Hace a penas dos semanas, sí, creo que eso es, dos semanas, fue cuando se celebró el acto social del momento, el más importante para todos aquellos que habiamos estudiado juntos y que a los 15 años separamos nuestros caminos, unos para andar más pegados y otros... Totalmente desperdigados.
El acto social del momento, no por ello menos macabro, allí se encontraban todos, tanto los más jovencitos, como aquella generación que abrió el segundo ciclo de la ESO, la cual hasta entonces había sido inexistente en ese, minúsculo colegio de jesuitas, perdido en un campanario, en una torre, donde Carrero Blanco recibió la extrema unción, a salir volando con su coche.
Allí se encontraban, todos trajeados, era el momento de las sonrisas de la falsedad, e incluso de la buena voluntad, de reconocer que tal vez se habían pasado con algunos o algunas, a los que por pura diversión les hacían la vida imposible en el patio.
Yo no fui, tampoco fueron los de mi pandilla, solo fueron ellos, los más fuertes, los que se creían la caña de España, ahí estaban, presumiendo de coches, de marcas, de títulaciones pagadas.
Y en el fondo... Preguntándose por todos nosotros, por los que faltabamos.
Aquella reunión no era más que la despedida, triste y trágica despedida de un muchacho, de un chaval de casi 20 años al que el destino le jugó una mala pasada, llevándoselo antes de tiempo, dejando a su abuela enferma y a su hermano perdido, pues era la única familia que le quedaba.
Era un adios con el corazón y el alma a Nacho, que aunque personalmente nunca entable una amistad con él, duele saber que alguien que has tenido tantas veces delante se haya ido, y que no volverá nunca más.
Como ya he dicho, yo no fuí, ni aquellos que nos temiamos lo que tal vez en el fondo parecía que iba a ser, una invitación a la falsedad, a la morbosidad de ver como sigue quien o como esta cual.
http://comprarunacasa.wordpress.com
El acto social del momento, no por ello menos macabro, allí se encontraban todos, tanto los más jovencitos, como aquella generación que abrió el segundo ciclo de la ESO, la cual hasta entonces había sido inexistente en ese, minúsculo colegio de jesuitas, perdido en un campanario, en una torre, donde Carrero Blanco recibió la extrema unción, a salir volando con su coche.
Allí se encontraban, todos trajeados, era el momento de las sonrisas de la falsedad, e incluso de la buena voluntad, de reconocer que tal vez se habían pasado con algunos o algunas, a los que por pura diversión les hacían la vida imposible en el patio.
Yo no fui, tampoco fueron los de mi pandilla, solo fueron ellos, los más fuertes, los que se creían la caña de España, ahí estaban, presumiendo de coches, de marcas, de títulaciones pagadas.
Y en el fondo... Preguntándose por todos nosotros, por los que faltabamos.
Aquella reunión no era más que la despedida, triste y trágica despedida de un muchacho, de un chaval de casi 20 años al que el destino le jugó una mala pasada, llevándoselo antes de tiempo, dejando a su abuela enferma y a su hermano perdido, pues era la única familia que le quedaba.
Era un adios con el corazón y el alma a Nacho, que aunque personalmente nunca entable una amistad con él, duele saber que alguien que has tenido tantas veces delante se haya ido, y que no volverá nunca más.
Como ya he dicho, yo no fuí, ni aquellos que nos temiamos lo que tal vez en el fondo parecía que iba a ser, una invitación a la falsedad, a la morbosidad de ver como sigue quien o como esta cual.
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